El pinball, el mítico juego que decoraba los bares y salones recreativos de España y medio mundo era una máquina a la que había que echarle unas monedas y salía una bola de acero que había que evitar que cayera por el sumidero del tablero inclinado. Para eso teníamos que impulsar la bola hacía arriba con los flippers o aletas y conseguir puntos haciendo pasar la bola por pasillos o lanzándola contra los bumpers o setas que sonaban y se iluminaban.
Hubo un tiempo en el que los chavales no decían aquello de “echar unas partidas a la Play”, sino de “echar un pinball”.